Home

martes, 5 de abril de 2011

La guerra nunca podrá ser la paz



La Guerra es la Paz. La Libertad es la Esclavitud. La Ignorancia es la Fuerza”. Estas escalofriantes frases se pueden leer en la mítica novela distópica “1984” de George Orwell. Y lamentablemente, también nos podemos topar con razonamientos similares fuera de la citada obra. Así sucede con la intervención militar en Libia, donde una misión calificada de humanitaria vuelve a estar protagonizada por las armas.

Libia no es Iraq, argumentan en España la inmensa mayoría de los políticos y de los medios de comunicación de masas. Se puede coincidir con ellos en que cada conflicto tiene sus propias causas, consecuencias y contextos diferenciados. Evidentemente, Libia no es Iraq; tampoco Afganistán. Pero sí hay un punto en común en todos estos conflictos: en ninguno de ellos, la intervención armada de Occidente mejoró las condiciones de vida de la población, ni por supuesto trajo la democracia ni los derechos humanos.

Los optimistas piensan que esta puede ser la primera vez que esto suceda. Poco les importa que los que tengan que obrar este milagro sean los viejos amigos del dictador Gadafi. Son los mismos países que hace un mes se “afanaban en vender armas al “dictador”, las que se usan por uno y otro bando son las mismas y se conocen bien”, como dijo recientemente Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz y ex director general de la UNESCO.

Recientemente, Alemania e Italia propusieron el establecimiento de una mediación para poner fin al conflicto libio. La pregunta es por qué no lo pensaron antes de que cayeran las bombas. La respuesta es muy sencilla: nunca se esforzaron en buscar  alternativas a la guerra. Han obrado como siempre, aunque esta vez la campaña de marketing les ha quedado mejor. O tal vez no sea esa la cuestión.

Woodrow Wilson fue elegido en 1916 presidente de EE. UU. con un programa abiertamente en contra de la intervención de su país en la Primera Guerra Mundial. Poco después creó la Comisión Creel. Una comisión de propaganda gubernamental que en tan sólo seis meses convirtió a la pacifista población norteamericana en una partidaria convencida de la guerra.

Afortunadamente, ya no nos hace falta una comisión Creel para lavar el cerebro al personal. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos y de sus aparatos mediáticos, los ciudadanos y ciudadanas no terminan de ver tantas diferencias entre Libia e Iraq. Pero tampoco nos importa mucho. Tal vez el problema no esté en la neolengua de Orwell, sino en la comodidad de la televisión de plasma pagada a plazos, desde la que se ven muy chulos los bombardeos. Y encima tenemos gasolina. 

Daniel Jimenez es uno de los Reporteros Universales de Universo Vivo. Es redactor de Noticias Positivas. Persona muy vinculada con el mundo de los movimientos sociales, fue miembro de VdeVivienda y actualmente colabora en temas de comunicación con la sección de Acción Social del sindicato CGT en Madrid. También es el responsable de comunicación de Ecolo Verdes. Sus textos se pueden leer en los principales medios de comunicación alternativos, como Rebelión, Kaos en la Red o Diagonal.

1 comentario:

  1. Discrepo un poco con tu reflexión Daniel. Hay ciertos conflictos en los que veo necesario intervenir. No es el caso de Libia, no fue el caso de Irak. Donde me parece que das en el clavo es al insistir en que son nuestros mismos gobiernos los que han provisto de armas y de apoyo logístico a estos dictadores que, ahora, pretenden erradicar. Creo que el No a la guerra debería redirigir sus energías a el No a la venta de armas, el No al intercambio económico con dictaduras y regímenes que no respetan los derechos humanos.

    Las guerras son un fenómeno muy mediático que nos revuelven las tripas, pero debemos aprovecharlas para combatirlas cuando no existe ese tirón. En los periodos entre-guerras. ¿Qué digo? Siempre hay guerras, lo que pasa es que no nos enteramos, y es cuando no lo echan por la tele de plasma cuando deberíamos estar también presionando.

    Un abrazo amigo

    ResponderEliminar