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martes, 8 de mayo de 2012

Repartir mejor que crecer

Por Daniel Jiménez (@npositivas) 


Uno de los mensajes que más frecuentemente se repiten en los medios de comunicación es que "no hay alternativas" a los recortes en materia económica Sin embargo, pese a la insistencia machacona en este dogma de fé, cada vez hay más personas que tienen claro que por esta vía solo se va a conseguir empeorar la situación.





La creencia en la religión de las tijeras está en horas bajas, como se ve en el rápido desgaste que sufre nuestro actual gobierno, al igual que el resto de ejecutivos recortadores. Que la propia canciller alemana, Ángela Merkel, esté ya diciendo que hay que preparar una agenda para el crecimiento a nivel europeo demuestra que la era de los recortes vive sus últimos coletazos. Cuando se produzca el avisado cambio de dogma, los mismos voceros que ayer decían que "no hay alternativa a los recortes", dirán mañana que "no hay alternativa al crecimiento", al igual que en 1984, la novela de Orwell, cuando se pasaba de estar en guerra con Eurasia a estar en guerra con Oceanía en cuestión de minutos.

Con estos modos tan orwellianos, presumimos que no va a ser fácil plantear un debate realmente profundo sobre cómo llevar a cabo este necesario cambio de modelo. Evidentemente que hay que dejar de recortar,¿pero eso significa que a partir de ahora va a empezar a valer todo para crecer? ¿Recuerdan en qué se basó la economía española de nuestra última época gloriosa de crecimiento? 


El ladrillo fue la clave de aquella última década de crecimiento y locura inmobiliaria que tanto estamos pagando actualmente. Y mucho nos tememos que hay quienes quieren volver a resucitar esos tiempos. La anunciada reforma de la Ley de Costas puede ser un primer paso en este sentido. Esperemos que no, porque esto significaría que el crecimiento no va a ser más que una nueva huida hacia adelante.


Una huída hacia adelante que realmente no es necesaria en un mundo donde lo que sobra precisamente es la riqueza. Hace casi tres años. Annie Yumi Joh, responsable de Finanzas Eticas de la ONG SETEM, me dijo en una entrevista que al menos una tercera parte del capital privado mundial está en paraísos fiscales. Es decir, no es que no haya riqueza, por mucho que se quiera insistir en este mensaje. Lo que pasa es que la riqueza está controlada por muy pocas manos, por ese 1% que tanto ha medrado a costa del 99%.


En resumen, hay que apostar no por el crecimiento, sino por el reparto de la riqueza. No solo por una cuestión de justicia económica, sino también de justicia y sostenibilidad medioambiental. No en vano, como dijo el teórico del decrecimiento Serge Latouche: "hace falta estar loco o quizás ser un economista para creer que el crecimiento puede ser indefinido en un planeta con recursos limitados". O para que lo entiendan los partidarios del crecimiento irracional modelo made in Spain, no hay suficientes Marbellas en el mundo para tanto ladrillo.

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