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martes, 29 de mayo de 2012

Un diálogo con la historia para evitar errores pasados

Por Daniel Jiménez (@npositivas)

Cuando a uno le encomiendan la tarea de escribir sobre temas socioeconómicos y políticos en un blog dedicado a la sostenibilidad, es necesario plantearse previamente qué es lo que hace sostenible económica, social y políticamente a una sociedad cualquiera. Un buen punto de partida es la propia definición de desarrollo sostenible, que según la Comisión Brundlandt es "aquel desarrollo que es capaz de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer los recursos y posibilidades de las futuras generaciones".

No hablamos por tanto solo de reconfigurar la relación entre el hombre y la naturaleza. También estamos hablando de historia, en el sentido de establecer un diálogo entre el presente y el futuro. Lamentablemente, nuestros gobernantes están cometiendo el infausto error de menospreciar las lecciones de la historia. Y cuando se obra así, siempre hay consecuencias. Uno de los últimos y más terribles ejemplos ha sido la entrada en el Parlamento griego de los neonazis, que puede repetirse en la nueva convocatoria electoral del próximo 17 de junio.


Dice la historia que cuando una sociedad está arruinada y desesperada, se crea un caldo de cultivo perfecto para los odios y los extremismos. Así ocurrió en la Alemania que cayó derrotada en la Primera Guerra Mundial, y que tras la finalización de la contienda bélica, fue castigada con duras y cuantiosas reparaciones de guerra. Los dictados del Tratado de Versalles fueron así responsables en gran parte del surgimiento de un sentimiento de frustración y revanchismo en la maltrecha sociedad alemana, que para colmo de males, se vio obligada a hacer frente no solo a las cuantiosas reparaciones de guerra, sino también a las consecuencias del crack de 1929, que se inició en Wall Street, pero que acabaron sufriendo muchos países.
Ahora no hay una guerra, pero sí otra crisis financiera nacida en Wall Street y padecida igualmente en todo el mundo, con la diferencia de que los especuladores han sabido en esta ocasión ponerse a salvo, evitando así esas imágenes de brokers pegándose un tiro tan tristemente célebres en la Gran Depresión.
En cambio, sí que vemos suicidios de personas que nunca jugaron en la bolsa, pero que han perdido su trabajo y la esperanza. Y también vemos muchas personas desesperadas que viven en sociedades sometidas a medidas tremendamente injustas y con un alto coste humano. Así sucede en Grecia, cuyo estado del bienestar esta siendo literalmente estrangulado gracias a las recetas de esos especuladores que aprendieron a no pegarse un tiro. En este contexto, el odio fermenta muy bien, de ahí que no deba sorprendernos la entrada de Aurora Dorada en el Parlamento griego.
Sí que sorprende que sea precisamente Alemania quien se muestre más dura con el país heleno. Dureza que tanto contribuyó en el pasado a generar el ambiente perfecto para la llegada de Hitler al poder. Dureza que no se repitió después, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados decidieron perdonarle a Alemania muchas de sus deudas, precisamente porque habían tomado conciencia del importante error de Versalles.           
Tomar conciencia significa en este caso entender la historia. Lamentablemente, muchos de los dirigentes políticos, de Alemania, de Grecia, de España y de tantos países en general, demuestran a diario que no saben leer (la historia). Ante este panorama, es necesaria una movilización de la sociedad civil consciente que se sabe producto de la historia. No podemos dejar nuestro futuro a quien ignora nuestro pasado.

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