En los años 70 el miedo a la energía nuclear sigue dando mucho que hablar. Los cineastas tratan de concienciar sobre el poder destructivo de las radiaciones. Por eso el cine de ciencia ficción continua produciendo monstruos radiactivos que aterrorizan a la humanidad. Pero esta semana os recomendamos una muy buena película cuya intención fue suscitar un debate, que sigue teniendo mucha vigencia en la actualidad, sobre la seguridad de las centrales nucleares y los efectos que tendría la radiación liberada, si ocurriese un accidente, sobre el medioambiente y la atmósfera.
El síndrome de china (1979) de James Bridges es un thriller de suspense, en la que el malo es una corporación más interesada en los beneficios que en la seguridad. La película refleja el sentimiento antinuclear que comenzaba a aflorar en la sociedad de la época, y también la desconfianza hacia las empresas privadas que tienen a su cargo la seguridad de las centrales.
Al hacer un reportaje rutinario sobre el funcionamiento de una central nuclear, un equipo de televisión graba un accidente que puede poner en peligro la seguridad de la planta y la de la comunidad de Los Angeles. El ingeniero protagonista (Jack Lemmon) descubre que el contenido del reactor al sobrecalentarse y fundirse a iniciado un proceso que se conoce como el Síndrome de China.
Este síndrome es una de las cuestiones de seguridad más temidas por los diseñadores de centrales nucleares. Se basa en la teoría que el físico nuclear Ralph Lapp formuló en 1971. Cuando el contenido de un reactor nuclear se funde, a causa de un fallo en el sistema de refrigeración, el material fundido podría atravesar la barrera de hormigón que lo contiende fluyendo fuera de él. El origen de este nombre está relacionado con la hipótesis de que el material radioactivo fundido de un reactor nuclear estadounidense que sufriese semejante accidente podría atravesar la corteza de la Tierra y alcanzar las antípodas de los Estados Unidos, popularmente asociadas a China. Esto es muy exagerado ya que los científicos han calculados que el material profundizaría unos 15 metros como máximo. Eso si, descendería hasta alcanzar una veta de agua, entonces explotaría, y el vapor radiactivo saldría a la superficie para contaminar enormes regiones alrededor de la central nuclear.
El síndrome de china fue una película profética. Tan solo tres semanas después de su estreno tuvo lugar un accidente en una planta nuclear de Pennsylvania. En está ocasión estuvo muy cerca de suceder lo mismo que se describe en la película. Pero si sucedió en Chernóbil siete años produciendo efectos irreversibles para los habitantes y el entorno que se vieron afectados por la radiación. Además, al igual que en la película, la compañía propietaria de la central de Pennsylvania también intento manipular la verdad sobre el incidente en la central. En España en 2007, la central de Ascó informó de una fuga de material radiactivo 750 veces menor de la que meses después el Consejo de Seguridad Nuclear exigió que se admitiera.
Naves Misteriosas, 1972 Douglas Trumbull es una película naif con un mensaje bastante incongruente, pero su intención es buena. Por eso es una película apreciada -por bizarra- dentro del género de ciencia ficción de serie B.
La humanidad he tenido que huir de la tierra porque el planeta se ha hecho inhabitable. Hasta aquí no hacen falta más explicaciones. Los seres humanos viven en naves y viajan por todo el universo. Algunas naves han sido acondicionadas como grandes invernaderos donde se preserva la naturaleza perdida. Pero los hombres se han acostumbrado a vivir en naves y ya no se necesitan de la naturaleza. Así que el gobierno ordena destruir las naves invernadero. El protagonista que trabaja en una de estas naves se revelará contra esta decisión e intentará huir con la nave para salvar la naturaleza que queda. La película recoge en su argumento una parte del espíritu de la filosofía hippie y nos plantea la descarnada visión de lo que nos espera si los seres humanos seguimos adelante y no frenamos en nuestra nefasta relación con el entorno. Las canciones de Joan Baez aportan el tono poético a esta historia. Una pequeña obra maestra que aunque solo sea por sus intenciones, convierten a esta película en imprescindible.
La próxima semana seguiremos en los 70 pero más allá del problema nuclear os propondremos otras películas que hablan sobre valores, rebelión, y comunión con la naturaleza.
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