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viernes, 20 de agosto de 2010
Guerrilla Gardening
Decía Thoreau que la desobediencia civil estaba justificada en muchos casos. Y tenía toda la razón. Incluso hay quien entiende que ser desobediente es hoy por hoy casi una obligación. La gente se echa a la calle. La gente actúa. La gente hace suya la ciudad. Y empieza a haber muchas formas de hacer la guerra. Esta batalla es pacífica y verde.
Cuando Richard Reynolds empezó a hacer escapadas nocturnas para plantar flores de manera secreta en los parterres de su urbanización, en pleno Londres, jamás pensó que estaba iniciando una mini–revolución global a la que se afiliarían personas de todo el mundo. Su proyecto, encaminado a una auto-gestión ciudadana de espacios públicos abandonados, ha triunfado hasta convertirse en movimiento social. No sabemos si Richard padecía de insomnio y tuvo esta ocurrencia en sus incómodos desvelos, pero sí que su trama es mucho más útil que contar ovejitas aunque haya que sacrificar parte de la noche para llevarla a cabo. Richard no es un ecologista ni pretende ser ecolo–guay, simplemente tuvo una idea brillante, la llevó a cabo y la contó en un blog. Et voilá! En unos años había patrullas guerrilleras de esquina a esquina del mapamundi, los medios de comunicación se hacían eco de la historia y publicaba un libro, “On Guerrilla Gardening”, donde explica el qué, el cómo y el por qué hay personas que ilegalmente cultivan plantas y flores donde sólo hay un pedazo de tierra inerte. Volviendo a Thoreau… “no importa lo pequeño que parezca el comienzo: lo que se hace bien una vez, está hecho para siempre”.
Esta es la realidad que uno encuentra haciendo un escarceo por Internet y buscando información sobre la Guerrilla Gardening, pero lo cierto es que Richard no ha inventado nada. No se le puede quitar mérito al hecho de que su blog haya servido de germen para instaurar a nivel planetario el neo-movimiento, pero ya hubo inciativas parecidas en Nueva York durante los años 70. Allí se acuñó el término por primera vez en el Low East Side cuando, en plena crisis financiera, bastantes espacios públicos fueron abandonados a su propia suerte. Muchos neoyorquinos revitalizaron sus barrios, tomando el mando y recuperando los espacios en decadencia hasta convertirlos en jardines. El mismo Reynolds lo reconoce en su reciente libro –que nadie dude de su honestidad–, autroplocamándose un simple publicista de esta rebelión verde.
Guerrilla Gardening es una forma de jardinería relacionada con la política, los derechos del suelo y la permacultura mediante una acción directa y no violenta. Se desarrolla en la calle, “okupando” solares urbanos infrautilizados o utilizados de forma negligente para llenarlos de vida y de color. Algo parecido al arte urbano y al graffiti, sólo que en vez de botes de spray o pintura utiliza flores y plantas. El paralelismo no es tan descabellado… incluso existe el “moss graffiti”, que consiste en hacer pintadas con musgo.
La "guerra jardinera" tiene importantes activistas en Los Ángeles, Madrid, Nueva York o Berlín, pues la ecología y el respeto al medio ambiente están desgraciadamente de moda. Y digo desgraciadamente, porque están envueltas en ese halo de “tendencia” cuando deberían ser una institución o costumbre social instauradísima en nuestros hábitos. Dentro de este panorama, jubilados, médicos, parados, abogados, fontaneros, músicos, niños o personas de cualquier tipo o profesión se juntan para practicar la forma de desobediencia civil que permite el Guerrilla Gardening mientras otros siguen de brazos cruzados. Ya lo decía Thoureau: “hay muchos que se van por las ramas, por uno que va directamente a la raíz”.
Carolina Silva es una de las Reporteras Universales de Universo Vivo. Actualmente es periodista de viajes, aunque comenzó su carrera especializándose en medio ambiente. Su lema favorito es “vive y deja vivir” y cree que un mundo mejor es posible. Intenta conseguirlo a través de pequeñas acciones cotidianas, haciendo lo que puede con ilusión y con la esperanza de que “el simple aleteo de una mariposa pueda cambiar el mundo”.
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