lunes, 10 de septiembre de 2012

Primera lección de ciudadanía

Por Daniel Jimenez (@npositivas)

Por Daniel Jimenez
Concentración en Toledo, ante el edificio de la Consejería de Administraciones Públicas de la Junta de Castilla -La Mancha, durante la reunión de la Mesa de la Función Pública en la que se negociaron los casi 700 despidos de empleados públicos. 

Huyendo por la puerta de atrás. Protegidos por agentes de policía de una multitud indignada que les abuchea y les lanza gritos como "¡ladrones!", "¡ratas!" o "¡terroristas!", cuando no zarandea sus coches o les tira huevos. No hablamos de delincuentes, sino de nuestros representantes públicos. De aquellos a los que se supone que hemos elegido para que nos representen. Algo así se pudo ver la noche del pasado 20 de agosto, en Toledo, después de que el gobierno de Castilla -La Mancha decidiera que le sobraban 672 puestos de trabajo (a falta, por supuestos, de las purgas extra que queden por llegar). También se vio dos días después, cuando el Consejo de Administración de RTVV (Radio Televisión Valenciana) aprobó el ERE que deja en la calle a 1.198 trabajadores.

Y es que últimamente los delegados del pueblo se han convertido en una amenaza para el pueblo. Así lo señala de forma insistente el barómetro del CIS, que desde hace tiempo sitúa a la clase política como una de las principales preocupaciones de los españoles. Ante este panorama, es necesario que nos hagamos un par de preguntas: ¿qué salud mental puede tener una sociedad que elige como representantes a personas que son un problema, y no una solución? ¿De verdad que no somos capaces de darnos unas instituciones realmente representativas en las que confiar, y no temer?


La solución a estos interrogantes pasa, en mi opinión, por admitir que hemos cometido un grave error: hemos dejado de ser políticos. No me refiero a militar en un partido, por supuesto. Sino a ejercer nuestros derechos políticos. A ser ciudadanos y ciudadanas que ejercen su soberanía. Esto supone rechazar el tramposo discurso de "mira lo que nos hacen los políticos", porque todos somos políticos y por tanto todos somos responsables de lo que nos hacen quienes detentan un poder ilegítimo sobre nosotros.

Por tanto, si tenemos como representantes a personas que consideramos que nos están perjudicando, la decisión lógica, la que tomaría una sociedad sana mentalmente, es la de quitarles el poder. Bien creando otros partidos, bien poniendo en pie nuevos instrumentos democráticos y formas de representación distintas, compatibles con las ya existentes o completamente rupturistas. Las opciones posibles son muchas y muy distintas, pero todas ellas tienen en común que deben ser protagonizadas por una ciudadanía crítica y activa. Por personas que se movilizan en la calle, en los partidos, en las administraciones, en las empresas, en los sindicatos y en cualquier lugar donde esté en juego un espacio de poder. Como me dijo hace años un veterano político, "espacio de poder que tú no ocupes, otro lo ocupará por ti". Esta debería ser la primera lección de ciudadanía. 

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