"No se conoce en el mundo una moneda que no tenga detrás un departamento del Tesoro ni un gobierno económico que la respalde (...)". La frase, que se refiere explícitamente al euro, pertenece al libro "La economía del miedo" del conocido economista y periodista Joaquín Estefania. Parafraseando a nuestro presidente del gobierno, se podría decir que, según muchos expertos, no tenemos una moneda como dios manda.
¿Y cómo debería ser esta moneda como dios manda? Se ha escrito y dicho mucho al respecto, si bien es cierto que en los medios de comunicación todo se acaba supeditando al debate entre si es mejor un modelo como el de la Reserva Federal de EE.UU., y su máquina de imprimir dólares para cuando haga falta; o un modelo como el del BCE, guardián de las esencias neoliberales que no imprime billetes de su preciada moneda, y que como mucho compra, y de mala gana, deuda soberana de los países que ponen en riesgo al euro.
Sin embargo, el debate sobre cómo debería ser una moneda como dios manda va mucho más allá de estas cuestiones tan mediáticas. Así lo saben en la asociación británica Positive Money, que lleva ya dos años pidiendo un cambio radical del sistema financiero.
Positive Money recuerda que el 97% del dinero en circulación en el Reino Unido (porcentaje que no varía mucho a escala mundial) es dinero digital creado por los bancos en forma de deuda. Deuda que se genera cada vez que se pide un préstamo a una entidad financiera. Frente a este modelo, su campaña apuesta por la emisión de dinero libre de deuda y controlado no por entidades financieras privadas, sino por una organización transparente y responsable que trabajara a favor de los intereses de la sociedad en su conjunto.En concreto, Positive Money considera que la única entidad que debería poder “imprimir” dinero digital en el Reino Unido es el Banco de Inglaterra. Así figura en un proyecto de ley que ha elaborado para dar a conocer su propuesta. Dicha propuesta aboga además por la conformación de un organismo independiente y transparente, el Comité de Política Monetaria, que decidiría cuánto dinero nuevo se crea, mientras que al Parlamento británico le tocaría decidir cómo se gasta.
Se trata, en suma, de poner un instrumento tan importante como el dinero bajo control público. Así se daría respuesta a una pregunta fundamental que lamentablemente no suele formularse en los medios de comunicación: si sabemos que la mala gestión del dinero por parte de unos pocos individuos y entidades privadas puede provocar graves daños para toda una sociedad, ¿por qué dejamos que sigan controlando el dinero precisamente individuos y entidades privadas que actúan siguiendo solo sus propios intereses particulares? Si no impedimos que esto siga siendo así, no tendremos nunca un sistema financiero como dios manda.
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