Reflexionando sobre el sector alimenticio, los productos frescos y la agricultura ecológica, he llegado a una serie de conclusiones que me gustaría compartir. Y es que el mercado de productos alimenticios revela contradicciones de cabo a rabo. No está bien claro qué pasa exactamente para que un producto cueste hasta treinta veces más (si, han leído bien) de lo que inicialmente se ha invertido en producirlo. El quid de la cuestión está en los intermediarios. Da igual que el producto sea convencional o industrial, ecológico o artesano. Los precios no paran de inflarse mientras los productores, sobre todo los agrícolas y ganaderos, sufren una crisis sin parangón que amenaza su misma existencia.
El debate está servido. Por un lado, algunos medios de comunicación informan de que no hay diferencia real entre un producto biológico y uno convencional. Por otro, los estudios de consumo demuestran que los productos ecológicos no se compran por su elevado precio, aunque pasa lo mismo con los convencionales: incrementan su valor hasta treinta veces antes de llegar al consumidor final. Al mismo tiempo, el producto ecológico, biológico o natural está de moda, cuando el huerto de la abuela que lleva ahí toda la vida sigue prácticamente el mismo procedimiento productivo. Es evidente, que aunque se les escape a muchos y otros ni siquiera se lo planteen, el sector de la alimentación está revelando una serie de deficiencias y de abusos que exige solución… aunque algunos, bajo el lema del “do it yourself”, ya la han encontrado.
¿Qué pasa desde que se recolecta un pimiento hasta que lo compramos? ¿Por qué hay tantos intermediarios y por qué un pimiento puede tomar tantos rumbos? ¿Por qué se inflan los precios y cuáles son las causas para qué un pimiento pueda tener precios tan distintos según la cadena productiva de la que provenga? Estas son algunas de las cuestiones que cualquier consumidor puede plantearse tras darse una vuelta por una gran superficie, tienda o mercado. Las respuestas hay que buscarlas desde el mismo planteamiento que el productor escoge para la siembra de su pimiento. Puede elegir entre sembrar semillas transgénicas o no, entre añadir a su cultivo fertilizantes químicos o abonos naturales, entre conservar industrialmente la recolecta o distribuirla según la recoge para que se sirva con la frescura óptima… Tome la decisión que tome, tiene también varias opciones a la hora de vender sus pimientos. Lo único que podría tener claro es que recibirá por su producción un precio abismalmente inferior del que pagará el consumidor que disfrute de su pimiento, da igual la etiqueta que lleve pegada en su piel: ecológico, biológico, orgánico, industrial, etc. Será una remuneración irrisoria por un esfuerzo y trabajo de varios meses o de incluso un año. Las cuentas no le salen y las ventas no son las mismas, pero no le queda otra que aceptar la situación. Si no lo hace tiene una dura competencia, probablemente internacional, que ocupará su lugar sin pestañear.
El panorama es bastante confuso para todos, más aún para ambos polos de la cadena: productor y consumidor. Los únicos beneficiados reales son los intermediarios, algo que demuestra que la especulación que asola a nuestro país no es sólo inmobiliaria. Sin embargo, en la otra punta del eslabón, el confuso consumidor también tiene algo que decir… y que hacer. Por eso es lógico que hayan aparecido nuevas formas alternativas de producción y compra como los huertos ecológicos, caseros, o las cooperativas independientes. Los consumidores y productores se alían con el objetivo de saltarse la figura del intermediario, una iniciativa cada vez más común que lleva décadas abogando por el consumo responsable y atacando los abusos desmesurados. Estos grupos se asientan en varios pilares básicos: la búsqueda de alimentos ecológicos y de calidad a un precio más barato que en las tiendas “eco-conscientes”, en lugares próximos y con una relación directa con los agricultores y los ganaderos.
En Madrid, por ejemplo, existe una red pionera en este campo bajo el nombre de GAK (Grupos Autogestionados de Konsumo) que trabaja con unos quince productores y abastece a más de cien familias de la capital. El nexo que establecen con el productor les permite saber qué se están llevando a la boca cuando se alimentan, pues una de sus mayores preocupaciones es la falta de información a la hora de comprar alimentos a través de la cadena convencional. Además, han creado la cooperativa Garbancita Ecológica, mediante la que suministran pedidos individuales a domicilio para consumidores que no pertenezcan todavía a la asociación pero quieran ejercer este tipo de consumo.
Ante la pasividad de las autoridades competentes (que no protegen al pequeño productor y permiten la entrada de productos frescos más asequibles a terceros países), la autogestión de un cultivo propio o las asociaciones y cooperativas mencionadas parecen ser las únicas soluciones viables para que productores y consumidores no se sientan estafados económicamente o en términos de salud. Algunos más conformistas optan por pagar un plus, pues entienden que por un producto y elaboración de calidad merece hacer un esfuerzo económico; otros desembolsan encantados lo que haga falta por conseguir productos autóctonos, con denominación de origen, llámense cogollos de Tudela, espárragos de Navarra o alcachofas de Benicarló. Pero ante todo esto sólo queda lo dicho. La decisión de lo que compramos es nuestra. Do it yourself.
Carolina Silva es una de las Reporteras Universales de Universo Vivo. Actualmente es periodista de viajes, aunque comenzó su carrera especializándose en medio ambiente. Cree que un mundo mejor es posible. Intenta conseguirlo a través de pequeñas acciones cotidianas, haciendo lo que puede con ilusión y con la esperanza de que “el simple aleteo de una mariposa"...
...Muy interesante, Carolina. Sobre todo, por poner claramente de manifiesto la parte que nos toca a los que estamos al final de la cadena: nuestro poder de elección. Una compra=un voto. Cuando compramos estamos eligiendo tirar de un determinado hilo, pero pocas veces nos paramos a analizar de qué madeja viene.
ResponderEliminarDe todos modos, el tema es muy muy complejo y da para mucho. A quien le interese conocer un poco más el funcionamiento de los supermercados, grandes superficies... y analizar la realidad de su poder sobre agricultores y productores le recomiendo este boletín
http://dl.dropbox.com/u/6030471/IDEAS/B15_OCT_Grandesuperficies.pdf.
Por lo que respecta a los grupos de consumo... hay muchos más de los que pueda parecer! Cada vez son más las asociaciones de vecinos/as, grupos de colegas, asociaciones de estudiantes... que se organizan para hacer puntualmente sus pedidos y reparto.
A finales de febrero (los días 26 y 27) se celebra el I ENcuentro Estatal de Grupos de Consumo de productos ecológicos en Valencia. Este es el enlace, por si a alguno/a le interesa!
http://www.agroecologia.net/index.php?option=com_content&view=article&id=810&catid=4&Itemid=11
Besos,
Ana
Muchas gracias por tu comentario y por tu aportación Ana!! El pdf es muy interesante ;-)
ResponderEliminarSaludos,
Carol