“Para cambiar el mundo, antes debemos cambiar la forma de nacer” Michel Odent
Todas las mujeres contamos con la capacidad de
“Dar a Luz”, es algo innato, que responde simplemente a la
naturaleza. Sin embargo se ha convertido en un acto totalmente medicalizado que nos arrebata esa facultad.
Hay, entre otras muchas, dos hormonas muy importantes que afectan en el proceso del parto:
Oxitocina, la hormona del amor, ayuda a la dilatación y provoca contracciones haciendo descender al bebé. También será fundamental en el vínculo madre e hijo y a la hora de la lactancia.
Endorfinas, en situaciones de dolor esta hormona actúa como analgésico, induciendo placer y euforia, tiene una estructura similar a la morfina. Los altos niveles de endorfinas alteran el estado de consciencia de las madres.
Nuestro cuerpo tiene lo que necesita para parir, el problema es cuando el entorno no es propicio. Si la mujer está a alerta hará que se disparare la adrenalina (aparece en situaciones de
miedo o estrés), esto puede darse porque la mujer se sienta observada, haya excesivos ruidos y luces que la incomoden. Al aumentar la adrenalina se inhibe la oxitocina y las endorfinas por lo que se ralentiza el parto y aumenta el dolor. Por ello a la hora de dar a luz la mujer necesita un ambiente agradable, estar
tranquila,
segura, y muy importante, sin prisas. Entonces ambos, madre e hijo, podrán llevar a cabo este proceso cuando estén preparados.
En los partos medicalizados estamos interfiriendo en este proceso natural. Suele pasar que al llegar al hospital la madre, al verse en un entorno poco acogedor, segrega adrenalina y el proceso se paraliza. Para reanudarlo normalmente se le inyecta oxitocina sintética, esto hace que comience a dilatar pero el cuerpo no tiene tiempo de segregar el resto de hormonas que necesita y el dolor se agudiza, ahí es donde aparece la necesidad de anestesia. La anestesia hace que la madre deje de sentir y la epidural en concreto reduce la movilidad, esto hará más difícil la implicación de la madre y propiciará el uso de forceps y otros instrumentos. Además, al dejar de sentir, se produce una desconexión con el bebe y esto hará más difícil el
vínculo entre ellos.
Sobre el vínculo debemos decir también que es imprescindible el
contacto del bebé con su madre al nacer, y aún así la mayoría de los hospitales los
separan para realizarle exploraciones que no son tan urgentes y que someten al bebe a un gran estrés.
Por suerte, cada vez tenemos más información sobre el
parto y todo lo que le rodea, esto hace que poco a poco vayan cambiando las cosas y retrocedamos en esta excesiva medicalización. Tenemos que
decidir cómo queremos parir ya que el la forma de nacer de nuestro bebe le
afectará toda la vida.
La mujer necesita
intimidad, elegir a quien la rodea, un espacio confortable, poder moverse según sus necesidades y dejarse llevar por sus
instintos. Cuantas
menos intervenciones se den en un parto (siempre que la vida de alguno de ellos no corra peligro) más fácil y gratificante será tanto para la madre como para el bebé que necesita la más
dulce de las bienvenidas.
Por Lucía Zuloaga de
Universo Vivo