Por Dani J. (@Npositivas)
Foto: Dani J. |
Hace pocos días se supo que Alemania registró una caída de su PIB en el último trimestre de 2011 de un 0,2%. Aunque el saldo del conjunto del año es más que positivo, con un avance del 3%, este frenazo del crecimiento en los últimos tres meses del año pasado ha aguado un poco la fiesta en el país germano.
Al parecer, en esta caída trimestral del PIB alemán tuvo mucho que ver el retroceso del comercio exterior, cuestión que es fácilmente explicable. No en vano, hablamos de un país exportador de productos de alta tecnología y por tanto, caros. Productos que va a ser complicado que compren por ejemplo en Grecia, Portugal, Italia o España.
Uno de los argumentos más recurrentes que expresan los gobernantes (puntualicemos bien, los gobernantes, que no es lo mismo que sus pueblos) de los "países serios" como Alemania o Francia, respecto a los desmanes de los "países de pandereta", como España o Grecia, es que no pueden seguir pagando su fiesta de despilfarro y descontrol presupuestario.
Ese argumento olvida que, por ejemplo, en el caso español, el factor que agudizó su crisis doméstica fue el estallido de una burbuja inmobiliaria alimentada en la época del dinero fácil y barato por los caudales financieros que procedían no solamente de los insensatos bancos españoles, sino también de los países serios como Alemania, que tras la puesta en marcha del euro, inundó el continente con la nueva moneda, hecha a medida de los intereses de sus bancos.
Evidentemente, no se podría explicar la burbuja inmobiliaria española sin mirar de forma directa a los banqueros y los políticos locales, que lograron toda una hazaña, como que España llegara a ser el país de la UE donde más se construía, donde más viviendas vacías había, y donde la vivienda era más cara. Toda una epopeya de la especulación a la que contribuyó también el capital extranjero, que por cierto logró en los años del ladrillo un suculento beneficio por "arrimar el hombro".
Así que cuando los gobernantes, que no el pueblo, de Alemania, dicen que se ha acabado la fiesta, saben de qué hablan, pues ellos formaron parte del comité de festejos. Por tanto, ya sería hora de decirles a los que mandan, tanto en los países serios como en los países de pandereta, que se acabó la fiesta de esta economía basada en la especulación, a la que tanto apoyan, tanto los unos como los otros. ¿A quién le toca decirlo? a los que sufrimos, aquí y allí, serios o con pandereta, unas decisiones que nunca tomamos, pero que siempre padecemos.
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