Por Mónica Cuende
El pasado jueves 2 de febrero se celebró el Día Mundial de
los Humedales. En esa jornada, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y
Medio Ambiente destacó la importancia de estos ecosistemas para el país y
reveló que en la actualidad contamos con un 70% de humedales menos que en el
pasado. Tras dichas declaraciones el nuevo representante de este ministerio,
Miguel Arias Cañete, no ofreció ningún plan de acción para su recuperación y
conservación sino que apuntó hacia la importancia de fomentar el 'Turismo en
los humedales'.
Tablas de Daimiel. Foto: Viaja por España |
Por su parte, la delegada de la asociación SEO/birdlife en
Cataluña, Cristina Sánchez, remarcó la vital importancia de "hacerse una
buena planificación para no poner en peligro a las especies que se quieren
ver". Ecologistas en acción y Amigos de la Tierra coinciden en ese punto,
pero van más allá y piden la protección total de estos sistemas delicados e
imprescindibles para la vida.
Si somos observadoras sinceras reconoceremos que el
turismo sostenible -ese que reduce la llamada 'huella ecológica' o estragos que
causamos los humanos en el entorno- no existe en España ni siquiera como utopía
o quizás unas pocas y contadas con los dedos de las manos. El turismo implica instalación de servicios de alimentación,
wáteres, limpieza, transporte y esta carga no es soportable para ecosistemas
tan sensibles como es el caso de los humedales. No es posible pretender
conservarlos para promocionarlos como un punto de turismo sostenible.
Aristóteles definiría esta política como contradictoria en si misma por falta
de lógica al ser inconsecuente con los
fines que busca.
Dos de los humedales de nuestra geografía más emblemáticos,
Doñana (Andalucía) y las Tablas de Daimiel (Castilla-La Mancha) están en serio peligro. El primero patrimonio de la humanidad y reserva natural de la
Bioesfera sufrió una severa contaminación en 1998 a causa de lodos tóxicos
contaminados almacenados en los alrededores del parque. ¿Cómo fue posible tal
falta de previsión en materia de seguridad medioambiental? Y en 2002, un estudio de investigadores de la
Universidad de Sevilla publicado por Science of Total Environment desvelaba que
a pesar de las tareas de limpieza tras el desastre de Aznalcóllar, la
considerable cantidad de residuos tóxicos que aún persistían en el entorno de Doñana excedían
los límites adecuados para el cultivo agrícola. Resultado: Doñana aún no se ha
recuperado.
Las Tablas del Daimiel que está en regresión constituye el
último representante de un tipo de humedal característico del centro
peninsular. Sobre éste se cierne el fantasma de un transvase de agua y la
presión de 10.000 pozos de agua ilegales para el regadío de campos (2.000 en el
caso de Doñana). Además ambos ecosistemas están amenazados por el cambio
climático pudiendo sufrir severas sequías o fuertes inundaciones.
¿Parches o soluciones?
La política mundial en materia medioambiental parece un mero
parche para tapar decisiones poco meditadas, en unas ocasiones, y nefastas, en
otras. Es a partir del paradigma del medio ambiente que hay que crear políticas
y no a la inversa. Hasta que no integremos al medio ambiente, hasta que no
entendamos que éste no es un compartimento sino el lugar que nos
alimenta y da cobijo, no conseguiremos dar con las decisiones 'sostenibles' de esas que se llenan la boca políticos y empresarios de los monopolios energéticos.
Encajar el medio ambiente en un ministerio 'tres en uno' como es el de la legislatura del PP para reducir costes no
es 'sostenible', se paga muy caro.
Este 2012, el nuevo gobierno español debe aprobar unos
planes hidrológicos que aporten agua suficiente a los humedales del país, a la
vez que garanticen agua para regadío y abastecimiento humano. En caso de no
presentar ningún plan nos caerá una multa europea de 7 millones de euros. Pero
no vale cualquier cosa, pues los costes de un mal plan hidrológico puede acabar
con un ecosistema como es el caso de la construcción de la presa china de las tres
Gargantas -la más grande del mundo- que ha conseguido literalmente secar el
mayor lago de agua dulce del país. Poyang ha pasado de tener 4.000 km2 a apenas
200 km2. El gobierno chino ha culpabilizado de este echo a la sequía que está
asolando al país, pero en un acto de honestidad ha reconocido que, quizás, la
megapresa haya alterado el curso de los ríos que nutrían de agua al lago. La
dramática disminución del Poyang no sólo perjudica el ciclo vital de 140 tipos
del peces y cerca de 600 especies animales que habitan o pasan temporadas en
esta Reserva Natural Nacional, sino que además afecta al total de recursos
hídricos de China y a sus habitantes.
La experiencia de estos casos de mala praxis nos demuestra que si perdemos
el patrimonio natural de los humedales, no sólo pierden las aves y los peces,
perdemos todas.
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